sábado, 24 de noviembre de 2018

la primera biografía de conchita montes


El miércoles, 28 de noviembre, a las 19:00, presentación en Nakama Lib (Pelayo, 22 - Chueca / Madrid) de Conchita Montes, una mujer ante el espejo, por Aguilar y Cabrerizo.

La biografía de la actriz, traductora, empresaria teatral, escritora y creadora del "Damero Maldito" en La Codorniz, ha sido editada por Bala Perdida e inaugura la colección "En la diana". Además, cuenta con un clarividente prólogo de la gestora cultural Marina Díaz López.

domingo, 12 de agosto de 2018

tito fernández adapta a mihura


Bajo el título de Las panteras se comen a los ricos (Ramón Fernández, 1969) -justificado en la secuencia de créditos animada creada por Pablo Núñez- se esconde la adaptación cinematográfica de la comedia  Las entretenidas, que Miguel Mihura había estrenado en el Teatro de la Comedia en 1962. Entonces fue saludada por la crítica como un éxito de Julia Gutiérrez Caba, Rafael Alonso y Antonio Garisa en los tres papeles principales y como otro triunfo de Mihura a la hora de concebir una obra poética y humana sin apenas otro resorte que un diálogo cuajado de hallazgos humorísticos.

La adaptación aprovecha una ensoñación de la protagonista en la piscina para contar los antecedentes de la pareja: cómo se conocieron en una verbena, como la consumación de su amor resulta impracticable en la pensión donde vive ella y cómo él decide ponerle un chaletito -un apartamento en la Colonia El Porvenir en la comedia- que ella decora como si fuera "un fumadero de opio". Por lo demás, la versión cinematografica sigue, con el conveniente cambio de escenario, la comedia casi punto por punto.

Don José (Fernando Fernán-Gómez) quiere plantar, después de tres años de relación, a Fany (Patty Shepard), que ha nacido en Badajoz (“esa provincia tan peligrosa para chicas que no tienen medios...”). Su amigo Vicente (Manolo Gómez Bur) está al quite, con ciertas precauciones traídas de La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde.

Pero Fany juega sus cartas: el suicidio, el chantaje, la seducción, los celos… y finalmente don José decide formalizar su relación. En varios momentos la sombra de Tres sombreros de copa planea sobre el vodevil:
–Espero que no me guardarás rencor.
–No soy rencorosa, José.
–Me has hecho muy feliz, Fany.
–Tú también a mí.
–¿Te acuerdas de aquella noche en la verbena?
–Sí. Allí nos conocimos. Estabas muy gracioso con aquel bigote postizo que te compraste para hacerme reír.
–Es que estabas triste.
–Como lo estoy ahora. ¡Qué lástima que esta noche no tengas bigote para quitarme la tristeza!

La sustitución de la cafetería Bombay por el Drugstore o de la novela polciaca por la serie televisiva Mannix, son algunas de las alteraciones superficiales que pretenden poner al día una obra que se habia estrenado siete años antes. Que no hubiera que cambiar ninguna otra cosa de mayor calado habla bien a las claras de lo superficial del publicitado progreso que la tecnocracia había traído a España.

martes, 10 de julio de 2018

conchita, edgar y césar


Sobre Veinte añitos, reelaboración de Neville al servicio de Conchita Montes de un texto escrito hacia 1945 con el título de Los hombres rubios, anota César González-Ruano en su diario:
Fina comedia, pero peligrosa después de El baile y de la de Mihura [A media luz los tres]. Conchita Montes de vieja y Conchita Montes de joven. ¿Encajará bien el público este juego insistido? Conchita está muy bien. Es, sin duda, una actriz extraordinaria. [César González-Ruano: Diario íntimo (1951-1965). Visor Libros, Madrid, 2004. pág. 552.]
El estreno no es bueno, según Neville por causas totalmente ajenas al reparto de papeles. El público, entregado al juego de la venta de almas de un matrimonio maduro (Pedro Porcel y Conchita) a un pobre diablejo (Rafael Alonso), se inquieta en el segundo acto. Pero el tercero, en el que el autor tiene puestas todas sus esperanzas, es recibido con indiferencia. Edgar asegura que deslucen el estreno unos equilibristas que intervienen al final y que la obra remonta en días sucesivos y que en provincias funciona estupendamente. González-Ruano ha asistido al ensayo general:
Los fotógrafos han tomado muchas fotografías. La mayor parte de ellas espontáneas en plena acción de las escenas, pero algunas preparadas.—Señorita Montes, por favor, ríase ahora un poco.
—¿Pero cómo quiere usted que me ría con el estreno encima?
Y es que Conchita, la admirable Conchita, parece que es de las actrices que más sufren conforme se acerca el estreno. Se pone nerviosa y entra en baches de depresión tremendos.
—¡Vamos, Conchita, que éste puede ser un segundo Baile!
—¡Ay, Dios te oiga! ¡Cualquiera puede saberlo! [César González-Ruano: “Ensayo general: Veinte añitos, de Edgar Neville en la Comedia”, en La Vanguardia Española, 10 de febrero de 1954. pág. 7.]
[Caricaturas de Ugalde, en ABC, 10 de febrero de 1954. pág. 29.]

jueves, 15 de marzo de 2018

conchita montes ante el espejo

Escribe Jean Cocteau, poeta, cineasta y amigo de Edgar Neville y Conchita Montes: “Los espejos son las puertas por las que va y viene la muerte. Mirarnos en un espejo es contemplar a la muerte trabajando”. A lo largo de su filmografía, Conchita Montes siempre estuvo ante ese espejo que nos devuelve el tiempo que pasa.

Frente de Madrid / Carmen fra i rossi (Edgar Neville, 1939)

La muchacha de Moscú / Sancta Maria (Edgar Neville, 1941)

Misterio en la Marisma (Claudio de la Torre, 1943)

Café de París (Edgar nNeville, 1943)

La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945)

 
Domingo de Carnaval (Edgar Neville, 1945)

 
El marqués de Salamanca (Edgar Neville, 1948)

 
Mi adorado Juan (Jerónimo Mihura, 1949)

El baile (Edgar Neville, 1959) 

 Mi calle (Edgar Neville, 1960) 

Diabólica malicia / Night Child (James Kelley, 1972)

 La escopeta nacional (Luis G. Berlanga, 1978)

lunes, 5 de febrero de 2018

la españolada burlesca en celuloide rancio


En mayo de 1935 el ucraniano afincado en Francia Eugène Deslaw emprende para la productora Victofilm la realización de una serie de celuloides rancios, en este caso procedentes de los voltios de Gaumont, en la que tiene parte principal la locución humorística del veterano comediante Michel-Maurice Levy “Bétove”. La prensa recoge algunos títulos de la serie, como L’heritage (1935) —¿de Onésime et l'héritage de Calino (Jean Durand, 1910)?—, pero sólo nos es dado juzgar por la producción que ha llegado a nuestros días: Un monsieur qui a mangé du taureau (1935).

El origen está en la comedia homónima estrenada el 3 de mayo de 1909. Se trata de la clásica trama burlesca de persecución y trompazo con dos elementos originales. El primero de ellos es la idea motriz: el proceso de bestialización en el que se ve sumido un honrado burgués por ingerir carne de toro. Apenas terminada la comida un tipo escuchimizado se encasqueta unos cuernos inmensos que adornaban el saloncito y empieza a embestir a sus compañeros. La peliculita va hilvanando escenas slapstick en las que el orden burgués queda patas arriba. Primero los demás comensales, luego la servidumbre, más tarde, ya en la calle, los transeúntes y la policía son acometidos sin descanso por el hombre convertido en fiera. El problema de orden público alcanza tal magnitud que los gendarmes deciden telegrafiar a Sevilla y reclamar la presencia de Ricardo Torres “Bombita” y de toda su cuadrilla para acabar con el bicho. Después de una parodia de corrida con paseíllo por los mismísimos Campos Elíseos y salto de garrocha incluidos, cuando el matador —que no es, por supuesto, el propio Bombita, sino un anónimo comediante galo—, se dispone a entrar a matar, el hombre poseído por el espíritu del animal termina de hacer la digestión y vuelve a su ser. Los gendarmes lo apresan y los toreros saludan al púbico como si estuvieran en una función teatral.

Éste es el segundo elemento destacado de la película de Gaumont: su carácter conscientemente ficticio. La puesta en abismo de este saludo al público espontáneo de la corrida bufa, que es al mismo tiempo una reverencia al público de la sala de cine, se ve potenciada en otras escenas por artificios como la aparición del texto del telegrama sobre el encuadre del telegrafista enviándolo. En un momento determinado, el minotauro se enfrenta en la calle a un mulo, que no es otra cosa que un hombre con una tosca técnica pugilística y un disfraz equino que delata en todo momento su condición de tal.

Deslaw realiza, por tanto, una doble pirueta. En la escena de la oficina de telégrafos inserta un mapa en el que una flecha indica Madrid como destino del telegrama, a pesar de que acabamos de ver que el telegrafista lo enviaba a Sevilla. Al principio, una serie de fotografías encadenadas del explicador nos muestran su evolución de infante a provecto, subrayando el paralelismo con el tiempo pasado desde que la peliculita de Gaumont se proyectó por última vez. Bétove se lanza a tumba abierta desde esta misma presentación: tararea, explica lo que vemos, muge, hace chistes, lee las didascalias, hace las voces de todos los personajes y canta un pasodoble en español camelístico.

El resultado es una comedia bufa en la que el componente surreal procede del original, antes que de una desarticulación de intención vanguardista. Deslaw cumple como técnico de montaje y experto en trucajes de laboratorio, sin que podamos atribuirle ningún rasgo de autoría.