martes, 28 de septiembre de 2021

al caer la noche de los libros 2021

 

El viernes, 1 de octubre de 2021, a las 19:30 de la tarde en la librería Ocho y medio, charla ilustrada sobre Las Montenegro y Conchita Montes, por Aguilar y Cabrerizo.

Ocho y medio

Martín de los Heros, 11 28008 - Madrid

miércoles, 1 de septiembre de 2021

en el remake mexicano de la vida en un hilo no llueve

La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945) tiene un altar en este rinconcito. Por Conchita Montes, por Edgar Neville, por esa adivina del pasado que pudo ser concebida para ser interpretada con turbante por Julia Lajos, por doña Encarnación y doña Purificación, por esa amiga de la infancia que monta en el circo con un discreto maillot en un caballo totalmente desnudo, por ese busto que parece concebido para servir de anuncio a un calmante para el dolor de muelas, por su despiadada sátira a costa de la familia y de la vida provinciana, por la elipsis de la pulmonía y, sobre todo, por su magistral construcción. Tales son los ingredientes con los que la cinta sorteó la censura sin mayores trabas y con el tiempo ha llegado a convertirse en uno de los clásicos indiscutibles del cine español.

El propio Neville realizó una versión escénica que se estrenó en el María Guerrero en 1959. Los papeles que habían interpretado en la pantalla Conchita Montes, Rafael Durán y Guillermo Marín recayeron entonces en Mari Carmen Díaz de Mendoza, Luis Prendes y Ángel Picazo. De ésta produjo Andrés Vicente Gómez una nueva adaptación cinematográfica protagonizada por Ángela Molina, Antonio Banderas e Imanol Arias: Una mujer bajo la lluvia Gerardo Vera, 1992). También hubo versión musical adaptada por Luis Escobar para su teatro, el Eslava, en 1971 y un par de emisiones televisivas en tiempos del programa Estudio 1.

Pero hoy hemos podido ver por fin la que realizó el toledano Díaz Morales, afincado en México desde 1937. Mi noche de bodas (José Díaz Morales, 1953) fue producida por el santanderino Ramón Pereda, una vez establecido en México después de su paso por Hollywood en la época de las multiversiones. Por entonces andaba Pereda casado con la rumbera María Antonieta Pons y debió de pensar que no era mal vehículo para ella. La acompañan en el reparto la madrileña Consuelo Guerrero Luna -exiliada en 1939- en el papel de madame Dupont, la adivina; el también español Eduardo Fajardo, que va a pasar dos décadas en México, como el pelmazo Ramón; y el galán azteca Abel Salazar encarnando al chispeante y romántico Miguel. 

La adaptación de Díaz Morales sigue casi paso por paso el guión de Neville. Hay las lógicas modificaciones geográficas -San Luis Potosí y México D.F., en planos de archivo, como localizaciones principales- y mil modismos en los diálogos. Para comprarle un abrigo a Mercedes, Miguel ya no vende un Greco, sino una escultura griega. 

Ella no tira por la ventanilla del tren un reloj espantoso, sino el retrato de su difunto marido con las botas de montar que han convertido su noche de bodas en una pesadilla...

El riguroso punto de vista cambiante que sostiene el guión de Neville se quiebra para que María Antonieta Pons pueda lucir sus habilidades como cantante y bailarina. Miguel pone en marcha una cajita de música en su estudio y, por analogía, se encadenan una serie de actuaciones musicales inconexas -un bayón, una rumba...- interpretados por la protagonista. 

A cambio, desaparece casi íntegra la larga velada con los curlsilísimos Arrigurrita. Díaz Morales renuncia también a duplicar la elipsis que conduce a Mercedes a la viudez. 


Pero, por encima de todo, no llueve cuando los dos hombres de su vida se presentan ante Mercedes a la puerta de la floristería. Y eso, ¿qué más da?, preguntará alguno. Pues sí, señor, da. La lluvia proporcionaba al doble ofrecimiento de un taxi una urgencia que disparaba la acción hacia adelante desde el primer momento, reforzado por el leitmotiv del tren en la noche, que constituye otro elemento fundamental en el ritmo lubitschiano que mantiene la cinta de Neville. La ausencia de la lluvia pone en evidencia el aspecto convencional del relato y Díaz Morales se demuestra incapaz de inculcar al poco adecuado cuarteto protagonista el estilo de comedia screwball que la cinta necesitaba... si se tiene presente la película de Neville. Al privilegiar el registro de comedia bufa y los insertos musicales, Díaz Morales orilla de tal modo el romanticismo fantastique del argumento de La vida en un hilo que termina convirtiéndola en otra cosa. Seguramente lo que esperaba ver el espectador popular en el México en la década de los cincuenta, para el que siempre trabajó el realizador.

Se ve que el equipo funciona porque en 1954 repite en Me lo dijo Adela... Necesita un marido (José Díaz Morales, 1954), nueva producción de Pereda con María Antonieta Pons y Abel Salazar como pareja romántica. En esta ocasión sirve de base la novela de Luisa María Linares Un marido a precio fijo, que ya ha tenido su adaptación cinematográfica en España en 1942 dirigida por Gonzalo Delgrás.