En Lo
que cuesta vivir (Ricardo Núñez, 1958) -adaptación a la Barcelona
contemporánea de la tragedia grotesca de Carlos Arniches Es mi hombre-, Leonor
(Lolita Sevilla) se dedica a la costura para ayudar a la maltrecha economía familiar que su padre (José Isbert) intenta sostener como hombre-anuncio. El primer y último encargo de Leonor es un traje de marinerito para que el hijo de doña Calixta (María
Isbert) haga la comunión. La discusión sobre el trajecito —desestructurado, asimétrico, diríamos hoy—
tiene lugar en presencia del padre de la trajicida y un amigo de
la familia dedicado a la venta y reparación de organillos y pianista en sus ratos
libres (Francisco Camoiras). Léase el diálogo con el pertinente deje chulesco de los hijos del pueblo de Madrid...
—¡Qué monada! ¿Por qué no lo lleva a La
Codorniz?
—Chunguitas encima.
—Nada de eso. ¿Qué es? Que no le sienta bien
del todo.
—Vamos, que si no fuera por no darle un susto
al juez, la cosa era para el juzgado de guardia.
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