Margarita,
Armando y su padre (Fernando Múgica, 1939)
Durante el verano de 1937 Jardiel se deja
querer por los sindicatos catalanes y colabora en Barcelona en la adaptación de
Las cinco advertencias de Satanás
(Isidro Socías, 1937) y supervisa el montaje de Usted tiene ojos de mujer fatal (Juan Parellada, 1936), cuya compaginación
había quedado inconclusa el 18 de julio de 1936. Supuestamente, la operación
estaría avalada por una productora privada denominada Nave, que serviría como
paraguas para que los técnicos y artistas menos afines al gobierno obtuvieran
salvoconductos que les permitieran circular libremente por la ciudad.
Con esta libertad de movimientos y gracias a
la intercesión de Ramón Gómez de la Serna, Jardiel sale hacia Buenos Aires.
Allí recibe varias ofertas radiofónicas y cinematográficas. Se inclina por la
de Lumitón, estudio pionero del cine sonoro en Argentina, que se propone
adaptar Margarita, Armando y su padre.
Habían estrenado la comedia en 1931
Milagros Leal y Salvador Soler Marí. La adaptación se realiza
rápidamente en colaboración con el director debutante Fernando Múgica, hombre
con amplia experiencia en el trabajo del estudio. Una de las peticiones que
éste le hace a Jardiel es la “humanización” de la comedia, ponerle un poco de
corazón a la más wildeana de las obras del comediógrafo, que se divierte
salpicando epigramas a lo largo de la acción: “El patrimonio es un conjunto de
bienes y el matrimonio, un conjunto de males”, “Hablar mal del matrimonio es un
deporte de hombres casados”, “Cuando se ha querido a una mujer se puede hacer
por ella todo… menos volverla a querer”…
En su auxilio llega Camille (Margarita Gautier,
Georges Cukor, 1936), la versión cinematográfica protagonizada por Greta Garbo y
Robert Taylor. Si para construir su comedia, Jardiel le había dado la vuelta a la
novela de Alejandro Dumas hijo, la película se abrirá en una proyección de la
película que marque desde el principio la autorreferencialidad del argumento y
se cerrará con una escena de Margarita ante la cartelera de un cine, subrayando
el protagonismo del personaje femenino y su destino trágico.
Margarita (Mecha Ortiz) y Armando (Ernesto Raquén)
son siempre conscientes del paralelismo entre su naciente amor y el de la
novela. También lo es el padre de Armando (Florencio Parravicini), llamado en
la comedia “Pamplinas”, nombre por el que se conocía a Buster Keaton en España,
y en la película “Spaghetti”. Por ello, éste decide no interponerse entre su
hijo y la cortesana, lo que empujaría al uno en brazos del otro. Además, el es
el más tarambana de toda la familia, y no resultaría apropiado que diera lecciones
de moral a nadie. Su estrategia es sufragar los gastos de la pareja mientras
ella reposa en el campo de un catarro mal curado, porque la tisis hace mucho
tiempo que no se lleva. De ese modo, obligados a la convivencia, Armando y
Margarita pronto se aburren el uno del otro.
La resolución tiene lugar en la Costa Azul,
donde unos amigos de ambos (Pedro Quartucci y Carmen Lamas) que resolvían todas
sus trifulcas amorosas a base de romper cuanta vajilla encontraran a mano, tienen
un formidable éxito como bailarines. Allí acude Armando en compañía de su padre
y su esposa, Cristina (Alita Román), y allí se produce el encuentro con
Margarita. Ambos han viajado juntos en uno de esos grandes expresos europeos
que eran escenario ideal de las novelas de Jardiel, pero, en un detalle digno
de Lubitsch, él ha venido en el compartimento de “señoras” –con la suya, claro-
y ella, en el de fumadores.
Vestuario, decoración, una dirección atenta a las interpretaciones y a proporcionar el pertinente dinamismo a las acciones convierten a ésta Margarita porteña en una de las mejores
adaptaciones cinematográficas de la obra de Jardiel.
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