Max Linder
En 1905 Max Linder simultanea sus primeros pasos en el
escenario y ante las cámaras de la mano de Louis Gasnier o Lucien Nonguet. En Max joue le drame (1914), realizada en
el culmen de su carrera cinematográfica, se burla de los excesos teatrales y en Les débuts de Max au cinématographe (Debut en el cinematógrafo, 1910) parodia sus inicios cinematográficos. Puede permitírselo porque está a punto de firmar un contrato de tres años con la Pathé por un
millón de francos. En septiembre de 1912 actúa en Barcelona, en el sketch “Pédicure par
amour”, basado en la película del mismo título de 1908. Con ocasión de esta visita la Ciudad Condal aparece vestido de
torero en la plaza de toros, donde rueda unas escenas que
incluirá en Max toreador (Max torero,
1913).
Durante la Gran Guerra es movilizado. Al poco tiempo regresa
gravemente herido; según unos, afectado por el gas mostaza y según otros por
permanecer varias horas en el cráter encharcado de un obús. Las heridas no son
sólo físicas. La depresión se ceba en él desde entonces.
El relativo fracaso de sus tres películas estadounidenses
-Be my wife, Seven Years Bad Luck y The Three Must-Get-Theres (1921-22)- lo trae de vuelta a Europa donde escribe e interpreta Au secours! (El castillo de los
fantasmas, 1923) para Abel Gance y protagoniza Der Zirkuskönig (Max, domador por amor, 1924).
Luego, se suicida junto a su mujer, apenas salida de la adolescencia. Titulares periodísticos y olvido. Hasta que en los años sesenta Maud Linder se empeña en rescatar la obra de su padre.
Luego, se suicida junto a su mujer, apenas salida de la adolescencia. Titulares periodísticos y olvido. Hasta que en los años sesenta Maud Linder se empeña en rescatar la obra de su padre.
Der Zirkuskönig
La idea de ambientar una película en el circo proviene del
rodaje de una de sus producciones estadounidenses, Seven Years Bad Luck, cuando Max se encierra en la
jaula de los felinos para evitar la persecución de la policía. Por entonces,
baraja la idea de realizar una película con su amigo Charlie Chaplin.
Finalmente, Chaplin termina realizando The
Circus (El circo, 1927) después de que Linder haya puesto punto final a su
carrera y a su vida con Der Zirkuskönig.
La película tiene una duración de algo más de una hora y se estrena en los cines Kursaal y Cataluña de Barcelona, el 15 de octubre de 1924 con el título de Domador por amor. Como parte de la promoción, la colección La Novela Semanal Cinematográfica publica por esas mismas fechas una novelización del argumento con algunas fotografías.
El asunto, según dicha novelización sería más o menos el
siguiente… El conde Max de Pompadour (Max Linder) trae por la calle de la
amargura a su tío, el marqués de lo mismo (Eugen Burg), por su vida de crápula.
La única solución para acabar con tanta disipación es el matrimonio; de lo
contrario, será desheredado. Tres son las candidatas propuestas por el marqués.
Max deja a la suerte que decida por él. Dispara contra las tres fotografías con
los ojos vendados. Sin embargo, el disparo provoca el desvanecimiento de Ketty (Vilma
Banky), la trapecista del Circo Buffalo, de la que Max cae rendidamente
enamorado. ¡Lo que le faltaba al bueno del marqués!
Ketty acaba de romper su relación con su compañero Osvaldo
(Fred Boston). Sin embargo, cuando Max solicita su mano al director del circo
(Julius Szöreghi), éste le hace saber que una ley no escrita obliga a las
gentes del circo a la endogamia. Si Max quiere de verdad a Ketty, debe
convertirse en uno de ellos.
Max ensaya en la habitación de un hotel con la colaboración
de su criado (Ernst Günther) y los conocimientos teóricos logrados gracias a la
lectura del manual “Cómo convertirse en equilibrista”. Mesas y sillas caen por
el suelo provocando las iras del huésped de la habitación de abajo.
Sus intentos como adiestrador de pulgas tampoco terminan de
cuajar. Los insectos deben subir a un minúsculo trapecio y ejecutar varios
ejercicios a golpe de corneta, pero escapan y provocan el pánico entre el
público. Max intenta recuperarlas una a una, para desesperación de su rival
amoroso que se enzarza una pelea con Max. Pero las pulgas colaboran con el enamorado para derrotar a su adversario.
Un payaso (Walter Corty) con el que ha trabado amistad le
ofrece la solución. Max será domador y él, cubierto con una piel de león, hará
el papel de fiera salvaje. Osvaldo, el amante despechado, deja fuera de combate
al clown en el último momento y suelta en la jaula a un león hambriento con el
que se tendrá que enfrentar el inexperto Max.
El celuloide rancio según Ramos de Castro
La revista profesional Variety,
en su edición del 25 de junio de 1924, dedicó una elogiosa crítica a la
película en su presentación londinense.
“Las escenas del circo son
magníficas, en tanto que el resto del metraje resulta admirable. (..) Max
Linder regresa por la puerta grande en el papel de Pompadour. En ningún momento
se dedica a la bufonada y la mayor
parte de sus rutinas cómicas son deliciosamente originales”.
A Madrid llega seis meses después de haber sido estrenada en
Barcelona y se mantiene en cartel intermitente a lo largo de los años, pues aún
la encontramos en la programación a principios de la década de los treinta,
durante el proceso de sonorización de las salas, que tampoco fue cosa de un día
para otro.
Pasada la Guerra Civil, Domador por amor, vuelva a las pantallas, pero ahora como parte del programa de sonorizaciones que Exclusivas Arajol está comercializando con el título genérico de “Estrellas de Ayer”. Se trata de reducciones en las que se ha prescindido de las cartelas y de algunas secuencias, de modo que Max Linder domador o Max, domador por amor dura treinta minutos. La "explicación" humorística se completa con música, afectos sonoros puntuales y -algo frecuente en el caso de los doblajes- la inserción de la traducción de cartas, periódicos y otros textos que aparecieran en pantalla y no estuvieran en román paladino.
Los comentarios de Francisco Ramos de Castro se
consideran un valor más a la hora de presentar estas películas al público. En
ocasiones, importará menos la cinta original que el nombre del “explicador” y
la etiqueta de “celuloide rancio”, lo que suponemos que enervaría a Jardiel
tanto o más que el supuesto pirateo industrial perpetrado por Tono y Mihura con
Un bigote para dos.
De hecho, en la programación del cine Savoy de Barcelona de
la tercera semana de octubre de 1941, presentada al público como “Semana del
Buen Humor” coinciden en la misma pantalla dibujos animados de Popeye, el “celuloide
cómico” Definiciones (Enrique Jardiel
Poncela, 1938) y el “celuloide rancio” Tomasín
detective con un comentario humorístico de Ramos de Castro, que acaso sea
el que luego se volvió a reciclar como Jaimito,
detective de hotel, o sea Passing the
Buck (Larry Semon, 1919).
La elección del rubro no es asunto baladí. Las películas se
agrupan en programas denominados “Trapos Viejos” en 1943 y al año siguiente “La sal y salero en 1920”, sobre la que La Vanguardia Española, en su edición de
23 de marzo de 1944, publica la siguiente gacetilla:
“El estreno efectuado hoy en el Cine Avenida de la Luz de la graciosísima
producción «Ropa vieja», segunda y regocijante parte de «La sal y salero en 1920»,
ha alcanzado un gran éxito de risa. Ruidosas carcajadas han coreado la labor de
Stan Laurel, quien nos ofrece sus sabrosas ocurrencias al dar sus primeros
pasos en el cine; del gran «Fatty», el hombre obeso de la pantalla que más ha hecho
reír; de Pamplinas, el artista cómico que no rió nunca; de Chiquilín, que tanto
entusiasmó con sus gracias hace veinte años, y de Jaimito, siempre tan personalísimo
en sus creaciones. Ramos de Castro esmalta todas las escenas con sus chispeantes
ocurrencias”.
Max, domador por amor
Veamos con qué “chispeantes ocurrencias esmalta” la vieja
película de Max Linder. Para empezar, los nombres cambian de acuerdo con las leyes
del astracán muñozsequista. Max conservará el suyo, pero el tío pasará a ser
padre y a llamarse don Gonzalo, la trapecista será rebautizada como “miss Pepa”,
el dueño del circo será entonces “míster Pepo” y el rival amoroso recibirá el
nombre de Tadeo, con una rima fácil para las aleluyas que, a modo de pregón de
ciego, Ramos de Castro gusta de incluir en sus comentarios. He aquí el que
cierra la película:
“Termina aquí la emoción. / Con
esta piel de ratón / –dice Max, que no fracasa- / te voy a hacer un edredón. / Les
gasta el padre esta guasa / en la jaula del león. / El vil Tadeo fracasa, / el
padre se da un jabón, / a ambos el amor abrasa, / ustedes se van a casa / y se
acaba la función”.
Los retruécanos son fuente continua de comicidad verbal.
Como Max “esta negro” con la elección de novia decide resolverlo “tirando al
blanco”. Las candidatas son tres “primas” suyas, pero todas tienen “cara de
primas” y Max preferiría “una prima de seguros”.
También la homofonía sirve de trampolín para algunos chistes
verbales: “Dentro de nada no quedarán de Max ni los botones; todo él estará “de
max”.
Aunque no demasiado abundantes, también se recurre a las
alusiones autorreferenciales. Antes de
un breve silencio que da pie al breve que sirve de introducción al Circo
Buffalo, el comentario dice: “Algunos aspectos del circo para dar carácter y
ambiente a la película”. Hemos llegado hasta allí en pos de la pareja porque,
según la argumentación de Ramos de Castro, “no tenemos otra cosa que hacer y, los
mismo que el circo, tenemos una pista”.
En otras ocasiones, el comentario apuntala simplemente el
gag visual, como cuando apunta que la elegancia es cuestión “de percha” para
que hasta el espectador más torpe repare en que el criado le ha puesto a Max el
chaqué sin quitar la percha.
La sinonimia está, como vemos, a la orden del día: al
público lo mismo le “pica” la curiosidad que las pulgas y, cuando éstas hacen
presa en los luchadores, ellos “se pican”. Como en el caso de la “percha” si el
sinónimo tiene, además, una acepción castiza, miel sobre hojuelas, porque actúa
como una especie anatopismo, equivalente espacial del anacronismo. Éste tampoco
falta, dado que su eficacia cómica está contrastadísima. Y así, para subrayar
la fealdad de la señora que se sienta junto a Max en el circo, Ramos de Castro
afirma con rotundidad: “Le toca al lado de una señorita que ninguno de ustedes
confundirá con Luchy Soto”. O sea, la dulce hija de Guadalupe Muñoz Sampedro y
Manuel Soto que es una de las estrellas más luminosas de Cifesa a principios de
los cuarenta. Otro efecto cómico en la misma línea se produce cuando presenta a
dos acróbatas como luchadores de greco-romana apodados el Dinosaurio de Algete
y el Mastodonte de Cogolludo.
Seguramente sean estas referencias al mundo del
entretenimiento y el espectáculo afines al público contemporáneo uno de los
recursos más reiterados a lo largo del metraje. Una de las escenas más celebradas
de la película de Linder era aquélla en la que, víctima de una colosal
borrachera, se metía en la cama de una tienda de muebles y la gente se arracimaba
ante el escaparate para verlo dormir. El comentario remacha que las risas son de
las de “doscientas representaciones” y que si “en vez de hacer esto un actor de
cine lo hiciera Celia Gámez, el lleno sería doble”.
Las alusiones a la imposibilidad de encontrar sitio en un
tranvía o a la carestía de los artículos básicos buscan una y otra vez la
complicidad del espectador a partir de su realidad cotidiana.
Si bien, Jardiel solía recurrir también a estas prácticas, su
autoexigencia de inverosimilitud le llevó en la mayoría de las ocasiones a la
utilización de un humor más abstracto. También es verdad que seis cortos y un
largometraje –Mauricio o una víctima del
vicio- con el que pretendió dejar inservible el procedimiento para quien
pretendiera seguir sus pasos, le permitieron mantener un nivel de exigencia que
el destajista del comentario humorístico, Francisco Ramos de Castro, nunca se
pudo permitir. A cambio, pudo ir dejando perlas a lo largo de una filmografía
cuasisecreta y perdida en su mayor parte, como aquella que preludiaba la
hecatombe con la que culminaban todas las películas de Larry Semon: “Va
Jaimito, aprovecha y prende fuego a la mecha”.
El comentario sobre Max Linder y Der Zirkuskönig se publicó por primera vez en Circo Méliès. Nos ha parecido oportuno rescatarlo para analizar el proceso de canibalización al que fue sometido para la serie "Estrellas de Ayer".
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