Un adulterio decente (Rafael Gil, 1969)
Jardiel pergeñó el primer acto de Un adulterio decente en el barco que lo
traía de vuelta a Europa después de haber rodado Angelina o el honor de un brigadier en los platós de la Fox. Se
titulaba entonces El pulso, la
respiración y la temperatura y la comedia debía estar lista para su estreno
el Sábado de Gloria de 1935, pues a ello se había comprometido con Arturo
Serrano. Según cuenta el propio Jardiel, el baile de intérpretes disponibles en
la compañía le obligó a modificar completamente el segundo acto y rematar con
cierta premura el tercero. Cuando la obra llegó al escenario del Infanta Isabel
–convertido en María Isabel debido a los vientos republicanos- el contraste de
pareceres fue patente. El público se rió todo lo que quiso y la comedia formó
parte del repertorio con que la compañía emprendería la tradicional gira
veraniega. Los críticos le afearon a Jardiel ciertos efectos que consideraban
demasiado fáciles, sobre todo, habida cuenta de su defensa de la necesaria
renovación teatral. Juan González Olmedilla advertía desde las páginas del Heraldo de Madrid (3 de mayo de 1935): “¡Jardiel,
cuidado con Muñoz Seca!”.
El tono vodevilesco de la trama argumental y
la invasiva presencia del personaje del doctor Cumberri, descubridor del
adulterococo, invitaban a la lectura en clave astracanesca que tanto disgustaba
a Jardiel. Cierto es que el primer acto dejaba desarmados a los espectadores
por su rigor paradójico. Fernanda está casada con un músico al cual engaña con
un escritor. Para que se cumpla el
oxímoron del "adulterio decente" le ha dicho a su amante que es viuda.
Pero un buen día, el músico regresa inesperadamente a casa y el escritor
descubre que ella le ha estado engañando todo este tiempo con su marido. La cura propuesta por el doctor Cumberri, como en
Angelina, Armando y su padre, es la convivencia obligada. Juntos a todas
horas, Fernanda y el escritor terminan por aborrecerse. Éste papel fue
encomendado en 1935 a José Orjas, prometedor galán cómico por entonces, y único
miembro del reparto original que repite en la adaptación cinematografica emprendida por Rafael Gil en 1969, aunque ahora
encarnando al atribulado criado de la casa. La incorporación de otro actor
eminentemente jardielesco, como Fernando Fernán-Gómez, en el papel del científico
chiflado y la presencia de las hermanas Muñoz Sampedro, sirven para poner en
evidencia la principal falla de la confección del reparto por parte Rafael Gil.
Jaime de Mora y Aragón y Andrés Pajares nada pueden aportar, aparte de su
popularidad, a los papeles del marido y el amante. Para colmo, la presencia de Carmen
Sevilla, casada entonces con Augusto Algueró, propicia la inclusión de sendas
cancioncillas de regusto pop que Gil se ve obligado a justificar mediante un
sueño y un flashback absolutamente prescindibles.
Aunque ha habido reediciones del teatro de Jardiel, debido a su espinoso asunto -en la España
nacional-católica, ¡bromas con el adulterio, ni una!- la comedia ha estado
totalmente ausente de los escenarios durante treinta y pico años. La microapertura propiciada por José María García
Escudero al frente de la Dirección General de Cinematografía debió parecerle a
Gil la ocasión para poner el asunto al día después de haber acometido la
aceptabilísima versión de Eloísa está
debajo de un almendro (1943) y la menos afortunada de Tú y yo somos tres (1962). En ésta última ya había empleado
numerosos recursos modernizadores, con alusiones a la automoción y a los hechos
del día, algo que llega al paroxismo en Un adulterio decente, donde la clínica
del profesor Cumberri parece más la base de lanzamiento de la Nasa, con toda
clase de dispositivos electrónicos y circuitos cerrados de televisión mediante los que se controlan las reacciones de las adúlteras al tratamiento de choque. Porque Jardiel opinaba -y Gil
sostiene- que intentar “curar la infidelidad” en el varón no tiene ningún sentido,
puesto que es algo incurable. Por eso, y por un error de Cumberri, en la comedia original el marido
termina pasando la noche con la secretaria, papel que en la película interpreta
Mónica Randall. Como esto escapa ya al juego del ratón y el gato con la
Censura, Gil orquesta en su lugar la fuga de la clínica por parte de Fernanda. Se trata de
una maniobra del profesor chiflado para comprobar que el adulterococo ha sido
definitivamente exterminado. Fernanda escapa y, como hiciera en su adaptación de Eloísa, el realizador recurre a algunos
elementos del terror gótico: pasadizos lóbregos, noche de tormenta, objetos que
se materializan como por arte de magia… electrónica.
Al año siguiente José Luis Merino afrontará, en coproducción con Portugal, la adaptación de Las cinco advertencias de Satanás / Os cinco avisos de Satanás y poco después Pedro Lazaga irrumpirá con sendas versiones de Blanca por fuera y Rosa por dentro y Las siete vidas del gato. Todas sometidas a idéntico proceso de remozamiento exterior y con los elementos vodevilescos de la trama convenientemente reforzados. Jardiel volvía a estar de moda... por vía del astracán cinematográfico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario