viernes, 1 de mayo de 2015

sesión de celuloides rancios

Anoche tuvimos ocasión de asistir a una saladísima sesión de Celuloides rancios en súper-8.


Tuvo lugar el acto en el castizo barrio de Lavapiés y estaba promovido por Carlos Paz -coleccionista, seleccionador e introductor como especialista que es en la obra de Ramos de Castro-, José Luis Speed -superochero y proyeccionista minucioso- y Carlos Plusvalías -documentalista y máquina de la risa-.

El primero de ellos introdujo la sesión que constaba de seis títulos de dos y tres bobinas sonorizados entre 1941 y 1962 por el periodista y comediógrafo Francisco Ramos de Castro, el letrista y periodista radiofónico Pedro Llabrés, el actor y doblador Rafael Navarro y el piloto de la aviación republicana reciclado en director de doblaje Hipólito de Diego.

Ramos de Castro fue quien tomó el relevo de Jardiel en la posguerra y puso al día el obsoleto catálogo de cortos mudos de la modesta distribuidora de Juan Arajol, gracias a su habilidad para el comentario humorístico. De su estro nace Carlitos se va de juerga, a partir de A Night Out (Charles Chaplin, 1915), la pantomima del borracho que Chaplin había perfeccionado en la escena y que desarrollaría con mayor limpieza un año después en One a.m. (Charles Chaplin, 1916). Aquí cuenta con el apoyo de Ben Turpin y aparece por primera vez junto a Edna Purviance. El guardia Acisclo, don Heleno, el cliente del restaurante... nombres todos jocosos, propios de un astracán, y que casan de modo natural con las cejas imponentes y los mostachos imposibles. La construcción del gag clásico postula que el espectador sepa que la piel de plátano está ante el protagonista antes de que éste resbale con ella y la locución de Ramos de Castro tiene en muchos casos esta misma función de augur para el espectador del trompazo que aguarda a Carlitos cuando el propietario del restaurante lo lance por las escaleras o cuando intente sentarse en la grupa de una inquilina del hotel.

En A Jaimito no le parte un rayo, versión de Lightning Love (James D. Davis y Larry Semon, 1923), se da uno de sus casos de incorrección política que hoy en día dejaría fuera a la cinta de cualquier edición en video doméstico. El actor negro Spencer Bell, que hace el papel de criado, se pasa la mayor parte del metraje con las piernas temblequeantes y los ojos desorbitados. Ramos de Castro pone la guinda tildándolo de "negrito puertorriqueño".

El madrileño Pedro Llabrés, versificador fácil y feliz, letrista de zarzuelas y creador en los primeros treinta del programa humorístico de actualidad "Eutrapelias radiofónicas" de Radio España, se muestra, a juzgar por las cintas proyectadas ayer, un muy capacitado cultivador del género. Tanto en Sandalio, protector de damas, a partir de Squeaks and Squawks (Noel M. Smith, 1920), como en Jaimito todo un hombre, según The Gown Shop (Larry Semon, 1923), Llabrés recurre al ripio para proporcionar mayor comicidad al comentario -una vez más hemos invocar a Pedro Muñoz Seca como paladín del género gracias a la enorme popularidad de La venganza de don Mendo- y da muestras de una facundia inimitable.

Sandalio es Jimmy Aubrey, un cómico británico de la compañía de Fred Karno, como Chaplin o Laurel, formado como actor cinematográfico en Vitagraph a las órdenes de Larry Semon, de quien aprende esa comicidad contundente, propicia al subrayado del batacazo lastimoso. Uno de los gags más celebrados de la noche tuvo lugar cuando Sandalio toma unas tijeras gigantes para "cortar el agua" que sale de una boca de riego y el pobre hombre que estaba en lo alto del chorro se pega un trompazo morrocotudo. Sentimos no haber retenido ninguna de las estrofitas rimadas del comentario porque tenían gracia a raudales.

Los cultores del celuloide rancio de posguerra trabajan sobre películas de dos bobinas de Charles Chaplin ("Charlot" o "Carlitos"), el bizco Ben Turpin (con título de "Vizconde" en español), Larry Semon ("Jaimito"), Jimmy Aubrey ("Sandalio") y de unos cómicos para nosotros ignotos conocidos como los Hallroom Boys ("Tiburcio y Filomeno"). La manipulación de los nombres de los personajes aprovecha, aparte de su inmediato efecto cómico, la idea de serialidad que había favorecido el auge del slapstick en Estados Unidos. El comediante busca una máscara, un rasgo distintivo que sirva para que el público lo identifique inmediatamente: el hongo, el bastoncillo, los zapatones y el bigotito del vagabundo chapliniano; las gafas redondas y el canotier de Harold Lloyd; el bigotón de morsa de Harry "Snub" Pollard; la nuez prominente y el estrabismo colosal de Ben Turpin. Los responsables de los doblajes españoles, hacen lo propio aunque para ello deban renunciar a bautismos anteriores.

Semon, por ejemplo, fue conocido como "Ridolini" en Italia, como "Zigoto" en Francia" y como "Tomasín" y "Jaimito· en España. Es esta última encarnación la que reverdece laureles después de la Guerra Civil, de la mano de Exclusivas Arajol y con los comentarios de Francisco Ramos de Castro. La cara enharinada de clown, los pantalones de peto y el sombrerito ridículo, permanecen inalterados. También la pantomima y la acción frenética que eran características definitorias del estilo de Semon. Sin embargo, allá fueron los intertítulos, otorgando a la acción tal como la vemos hoy un ritmo sincopado, abrupto por momentos. Y, sobre todo, hay que olvidarse del universo cuasi-abstracto de la comedia de batacazo y persecución, ajeno a las leyes de la gravedad y la lógica, para resituarlo en una España postbélica a la que aluden los comentarios cuando se refieren a la rejoneadora Conchita Cintrón o a la cuadrilla de toreo cómico formada por Charlot, el botones y Llapisera. Más allá de la comicidad inmediata del anacronismo, la superposición del comentario sobre la banda de imagen dejan entrever hambre y humillaciones milenarias, idénticas para el comediante de turno y el espectador español de posguerra. A esa operación de solapamiento, añadimos ahora una tercera que corresponde a la proyección de estas películas en un soporte fotoquímico -y predigital, por tanto- en el Madrid del siglo XXI.

Más información en el blog de Carlos Paz: Risas y sensaciones de antaño.

2 comentarios:

  1. Gracias por el comentario Sr. Feliú. Espero que se apunte a la próxima, y le guste igual o más. Un abrazo mudo, pero con comentarios en español.

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  2. Allí estaremos, no lo dude.

    Gracias por la sesión, Sr. Feliú

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