sábado, 7 de mayo de 2016

morirse es un error

En sincronía con la exposición que el Reina Sofía dedica a la cultura española de los años cuarenta, el profesor Castro de Paz ha comisariado un ciclo de cine titulado "Vida en sombras". Se trata de un recorrido que va de Rojo y negro (Carlos Arévalo, 1942) hasta Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1951) con calas en películas singulares de esta década como la de Lorenzo Llobet Gracia que da título genérico a las sesiones o el musical folklórico-telúrico Embrujo (Carlos Serrano de Osma, 1947). También tiene cabida el codornicismo cinematográfico con la programación de La torre de los siete jorobados (Edgar Neville, 1944) o la adaptación de la comedia policial de Jardiel Los ladrones somos gentes honrada (Ignacio F. Iquino, 1942).

-¡Estamos ante una jornada histórica! ¡Iquino en el Reina Sofía! -proclama uno.

-¡El director de las versiones cinematográficas de esta comedia y de la programática Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario, de Tono y Mihura, fue también el perpetrador de una de las cintas capitales del cine "S", La caliente niña Julieta (1980), y de la derivación más delirante del cine quinqui, Los violadores del amanecer (1978)! -contesta el otro.

Trazamos así el perfil de un codornicismo cinematográfico de circunstancias, en el que el humorismo defendido por Ramón Gómez de la Serna como un "ismo" más ha calado de tal manera en lectores, dibujantes, dramaturgos y escritores que, como temía Mihura, podía llegar a convertirse en el lugar común de la puesta en solfa del lugar común. Nos remitimos entonces a la aparición de Gutiérrez en 1927, el semanario humorístico dirigido por Ricardo García "K-Hito" en el que Mihura aprendió todo lo que puso en práctica en La Codorniz desde junio de 1941. El puente entre ambas revistas es el semanario de propaganda nacionalista La Ametralladora, que el mismo Mihura fue vaciando de contenido político desde su mismo desembarco en la dirección, lo que le valió algún que otro rifirrafe con la jerarquía, según se deduce de una carta enviada al redactor jefe (y comisario político) Jesús Ercilla en septiembre de 1938:
"El incidente ocurrido en el número pasado ha sido verdaderamente doloroso, pero si de aquí en adelante y con motivo de él, existe esta especie de desconfianza con La Ametralladora y los señores encargados de la censura ven un doble sentido o una mala fe en todo lo que publiquemos, yo, como te digo, me creo incapaz de sostener esta lucha infantil". (Mihura, en Epistolario selecto de Fuenterrabía, p.41.)
En San Sebastián coinciden Tono y Mihura -tan compenetrados que firman conjuntamente como "Tomi-Mito"- con Jardiel, que intenta retomar su serie de Celuloides Cómicos, reestrena Morirse es un error con el título de Cuatro corazones con freno y marcha atrás y compone con el maestro Guerrero la opereta Carlo Monte en Montecarlo. Tono es director artístico de Vértice, cuyas portadas han impresionado a Chema González, jefe de actividades del museo, y con el que departimos antes y después de la presentación. Las afiliaciones de cada cual y sus decisiones en aquellos años cruciales son motivo de debate siempre. Edu Galán, que pilotó con excelente pulso la presentación de Mauricio en La Buena Vida, también sacó a colación el asunto de la ideología de Jardiel. Hablábamos entonces de la inquina que sentían contra él los exiliados y que exponía sin ambages Max Aub en su discurso apócrifo de ingreso en la Real Academia. En cambio, con Tono y Mihura hacía una excepción.

La animadversión que Jardiel sentía por Mihura se remonta a los tiempos de Gutiérrez y ha quedado razonablemente documentada en el Mauricio editado por Bandaàparte. Nos interesaba de ella el verano y otoño de 1940, cuando Jardiel se empeña en una carrera contrarreloj para estrenar Mauricio o una víctima del vicio antes de que sus competidores lleguen a las pantallas con Un bigote para dos, dos ejemplos parigualmente descacharrantes de canibalización y ventriloquía cinematográficas. Estas son las razones por la que la participación de Jardiel en La Codorniz de Mihura fue meramente testimonial y sus colaboraciones en la revista bajo la dirección  de Álvaro de Laiglesia al final de la década tan dolorosas como amargas.


Sin embargo, es fama que La Codorniz acogió en su redacción a represaliados como el ilustrador Lorenzo Goñi, cartelista en el Sindicato de Dibujantes Profesionales de Barcelona, adscrito a las Milicias Antifascistas de Cataluña, o Fernando Perdiguero Camps, condenado a muerte que había firmado en Gutiérrez y en El Liberal como "Menda". En éste diario le había dado la alternativa Tono, quien colaboró a principios de la década de los veinte con una tira diaria. De una escisión de El Liberal nació el casi homónimo La Libertad, donde recalaría en 1929 otro colaborador del semanario dirigido por K-Hito, Carlos Gómez Carrera "Bluff". Lo mencionamos porque al abrir el catálogo de la exposición y después de que nuestros ojos sobrevuelen algunos collages de Enrique Herreros para La Codorniz y las mencionadas portadas de Tono para Vértice, tropezamos con un texto que nos produce un auténtico escalofrío: la sentencia de muerte del dibujante.

Bluff presenta sus monos en Gutiérrez y en otras cabeceras de Prensa Española, como Macaco, dirigida al público infantil, o el semanario ilustrado Estampa. Su colaboración diaria en La Libertad se prolonga a lo largo de siete u ocho años, hasta que a finales de 1936 marcha a Valencia. Si San Sebastián es para la élite cultural afín a los sublevados "Sansestabién", Valencia es para los leales al gobierno de la República "el Levante feliz" (José Luis Salado dixit). Su viñeta diaria en La Libertad tenía, desde el momento del levantamiento militar, un tono incuestionablemente combativo. Este aspecto se radicalizará aún más en sus colaboraciones en La Traca, revista satírica dirigida por Vicente Miguel Carceller desde 1911, aunque con largos lapsos de silencio, sobre todo durante la dictadura de Primo de Rivera. Además, Bluff sigue publicando viñetas en dos diarios de filiación socialista entre 1937 y 1939, Adelante de Valencia y Democracia de Jaén.

En 1939 es detenido en Alicante y recluido en la Cárcel Modelo de Valencia donde colabora en la revista Redención, en la que los presos se ven obligados a cantar las excelencias del sistema penitenciario franquista. Sin embargo, la publicación de una tira de la serie "Las cosas de don Canuto, ciudadano peso bruto" en la que dos pescadores intentan pescar el mismo pez con un monumental enredo de sedales tiene funestas consecuencias.


Las autoridades militares deciden que se trata de una sátira de las pugnas entre las distintas corrientes en el seno del franquismo y pronuncian la sentencia que extractamos a continuación:
"Valencia, 10 de junio de 1940 (...)
RESULTANDO: Que CARLOS GÓMEZ CARRERA, conocido con el seudónimo de "BLUFF", de 35 años, dibujante, afiliado a Izquierda Republicana con anterioridad al Glorioso Movimiento Nacional; en el mes de noviembre de 1936 se trasladó de Madrid a Valencia, dedicándose en esta ciudad a colaborar en el semanario "LA TRACA", para conseguir lo cual se entendió directamente con Vicente Miguel Carceller, publicando dibujos de la más baja moral, en los que se ridiculizaba a Generalísimo Franco y a los Generales de nuestra Santa Cruzada, apareciendo en los "pies" de estos dibujos las palabras más insultantes para las altas personas que representaban.
RESULTANDO: Que el procesado CARLOS GÓMEZ CARRERA fue detenido en Alicante cuando trataba de huir al extranjero, y recluido en la Cárcel Celular de Valencia, entró a colaborar como dibujante en el periódico "REDENCIÓN", publicado por el Patronato Central de para la redención de penas por el trabajo, en el que publicó en fechas 20 y 27 de abril pasado unas historietas de doble sentido, contrario a la España Nacional-Sindicalista (folios 201 y 202) habiendo aleccionado con anterioridad a los reclusos para la interpretación de las mismas.- HECHOS PROBADOS
(...)
FALLAMOS: Que debemos condenar y condenamos a la PENA DE MUERTE a los procesados MIGUEL VICENTE CARCELLER y CARLOS GÓMEZ CARRERA [ilegible] del calificado delito de adhesión a la rebelión militar, con las circunstancias agravantes expresadas (...)
Por esta nuestra sentencia, lo pronunciamos, mandamos y firmamos." (Campo cerrado - Arte y poder en la posguerra española (1939-1953), p. 165)
Bluff no tuvo ocasión de asistir a los estrenos cinematográficos de sus compañeros de Gutiérrez ni de  colaborar en La Codorniz. Cuando la revista salió a la calle hacía un año que el dibujante había sido ejecutado en Paterna. Tampoco argumentar en su defensa que morirse es un error, como estaba el empresario Arturo Serrano empeñado en titular Cuatro corazones con freno y marcha atrás... Sobre todo cuando, a falta del extracto de "alga frigidaris" del doctor Bremón, no hay marcha atrás.

Los dibujos que ilustran estas líneas fueron sus delitos.


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